El siete

Lo que ni engendra ni es engendrado es inmóvil, y todo lo que no está sujeto al cambio es divino. El siete responde a esta idea de permanencia e inmovilidad.
Es igual a sí mismo; porque no puede ser engendrado mediante el producto de dos factores, porque es un número primo. No puede, tampoco, producir otro numero ni dentro ni fuera del límite sagrado de la década, multiplicado por ningún otro número de los que conforman la Década Sagrada. (7x2=14):

"Lo que ni engendra ni es engendrado es inmóvil, y todo lo que no está sujeto al cambio es divino".

El siete es un número virgen y, por tanto, principal. Filolao lo identificaba con la diosa virgen Atenea, dado que Atenea nació de la cabeza de Zeus, personificación de la mente.
En Grecia, Apolo Hebdomegaetes, dios del número siete, era una de las invocaciones al dios Apolo. Sin embargo, el simbolismo del siete ha sido adoptado por distintas culturas y religiones: siete cuerdas de la lira, siete pecados capitales, siete trompetas del Apocalipsis, siete cabezas de la bestia, siete días de la semana, siete plagas de Egispto, siete brazos del candelabro judío...
La música y la astronomía también muestran la importancia de este número: siete notas musicales y siete cuerpos celestes: cinco planetas errantes, el sol y la luna.
Evocando la frecuencia de los ritmos septenales en los ciclos biológicos, los pitagóricos afirmaban que el siete era, también el kairos, aquello que indica el "momento apropiado", lo oportuno.

Comentarios