El seis o héxade

En las antiguas culturas los números perfectos adquirían categoría divina. En la Antigüedad tardía, hallamos citaciones y descripciones de estos números en San Agustín, en La Ciudad de Dios; en obras literarias del Medioevo y del Renacimiento; en las Etimologías de San Isidoro de Sevilla...

Para judios y cristianos adquiere un gran significado, porque el Génesis relata que Dios creó el mundo en seis días.
El seis aporta equilibrio y estabilidad; es el número perfecto, puesto que la suma de sus productos siempre es seis; 1+2+3=6.
También el seis evoca la circularidad, porque produce números terminados en seis: el cubo de seis es 216. La eterna recurrencia del seis refleja el retorno regular de los mismos acontecimientos en el cosmos; el tiempo es infinito, pero la materia no lo es; los acontecimientos retornan y se repiten infinitamente.
Los pitágoricos admiraban esta circularidad y lo asociaban con el ciclo del nacimiento y con la revolución del cambio en la totalidad del cosmos.
Dada su composición de atributos masculinos y femeninos (2x3), el seis se asoció a la familia y a la procreación. Indicaba, también, las fases temporales de la reencarnación.
Filolao creía que representaba los seis niveles de la naturaleza animada. El primero, el nivel inferior, el proceso biológico de germinación de las semillas; el segundo, la vida de las plantas; el tercero, la vida irracional de los animales; el cuarto, el hombre racional; el quinto, los daimones, o mediadores entre los dioses y los hombres; el sexto y último, la vida de los dioses.

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