¿No crees que la virtud podrá conseguir lo que hace la poderosa preocupación? No puede tener una vida tranquila quien solamente piensa en prolongarla y cuenta entre sus bienes más grandes el número de cónsules que ha visto. Piensa en esto cada día para que puedas abandonar serenamente la vida, a la que muchos se abrazan y aferran como lo hacen a las espinas y los abrojos aquellos a quienes arrastran las aguas de un torrente. La mayoría vacilan miserablemente entre el temor a la muerte y los disgustos de la vida: no quieren vivir y no saben morir. Regocija tu vida desechando toda preocupación por ella. Ningún bien aprovecha a quien lo posee si no está dispuesto a perderlo cuando sea necesario; ahora bien, nada puede perderse más fácilmente que aquello que no puede desearse después de perdido.
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