Platón

La república

-Por tanto, después de esto, según parece, hemos de pasar revista a la democracia y considerar cómo se origina y desarrolla una vez nacida, a fin de que, luego que conozcamos el carácter del hombre que a ella corresponde, procedamos a un juicio comparativo.

-En ese caso -dijo-, emplearemos el método acostumbrado.
-Pero, vamos a ver -pregunté de nuevo-, ¿no se produce el cambio de la oligarquía a la democracia a causa del deseo insaciable de proponerse como un bien la posesión del mayor número de riquezas?

-¿Y cómo?
-Pues sencillamente, quienes gobiernan en esta ciudad detentan sus cargos, a mi juicio, con el apoyo de grandes riquezas, por lo cual no quieren prohibir la indisciplina de los jóvenes disolutos ni les impiden qe gasten y dilapiden todos sus bienes, para hacer posible así la compra de ellos, los préstamos con garantía y el aumento de su crédito.

- Efectivamente.
-Ahora bien: ¿no se evidencia en una ciudad que resulta imposible a los ciudadanos honrar la riqueza y adquirir a la vez suficiente templanza, y que, por el contrario, es necesario despreocuparse de una u otra cosa?
-Es de todo punto evidente -contestó.

-Pues esa despreocupación propia de las oligarquias y ese dejar hacer que en ellas impera reduce muchas veces a la indigencia a hombres de buen linaje.
-Eso ocurre.
-Son estos mismos hombres, a mi juicio, los que llevan una vida sedentaria en la ciudad; pero dotados de aguijón y armados con toda clase de armas, algunos de ellos se ven agobiados por las deudas, otros llegan a perder sus derechos y algunos también ambas cosas a la vez. Lo cual da por resultado el odio y la conspiración contra los que adquirieron sus bienes y contra el resto de los ciudadanos, en un ansia clarísima de revoluciones.