Vemos
el deseo y al sufrimiento caminar al mismo paso, desarrollarse sin
límites, hasta que por fin la vida humana no ofrece sino un asunto
de tragedias o de comedias. Y visto esto, si se es sincero, se estará
poco dispuesto a entonar el Aleluya de los optimistas. Si Dios fue
quien hizo este mundo, no me gustaría ser ese Dios: la miseria del
mundo me desgarraría el corazón.
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