Antiguamente
pensábamos que las enfermedades eran una desdicha, una maldición,
un diablo o Dios omnipotente que nos ha castigado. Ahora sabemos que
en realidad es un microorganismo, una pequeña porción de vida. Del
mismo modo ahora nos lamentamos a Dios omnipotente sobre la desdicha
que es esta sociedad de hambre y fuego, nos esforzamos por buscar
culpables y ruedan cabezas -pobres infelices-, miramos la sociedad
cómo si fuera algo extracorporeo, como si no formáramos parte de
ella; pensamos que es el resultado de una maldición, una desdicha o
un diablo (con nombre y apellidos). En el futuro nos daremos cuenta
que es una minucia, una pequeña porción de nuestra vida, una
manifestación de nuestros pequeños actos inconscientes, repetidos
en todos y cada uno de nosotros, en la individualidad no repercute, pero mueve el mundo y lo sentencia. Si un virus puede
acabar con un organismo complejo, un pequeño gesto nuestro puede
mover el mundo.
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